03 febrero 2009

.::El Cuento de Grankel y Corban :..

El sol brillaba en lo alto del cielo azul salpicado por alguna que otra nube de blanco prístino. Este era el espectáculo que se podía ver desde los aposentos del príncipe Corban. El era un chiquillo risueño, lleno de vitalidad y en el que se ausentaban las preocupaciones. Nada mas amanecía ya se podía oír a Corban canturrear por los pasillos del castillo. Veía todo con optimismo y sonreía siempre, nunca se le conoció llanto ni algún mal gesto. Todo era de un color tan puro y brillante que nada hacia presagiar mal acontecimiento en su vida. Corban había nacido para enamorar, para vivir, para representar un teatro lleno de estrellas. En un reino tan mágico que los prados eran tan verdes y brillantes cual esmeralda, el agua corría en armonía y los animalillo vivían en convivencia con el ser humano. Ese reino adoraba a Corban y el adoraba todo en el reino.

No muy lejos de allí pero colindando con las afueras vivía otro chiquillo llamado Grankel. Su familia lo había puesto a trabajar duramente en el campo para poder llevar de comer a sus hermanos. Cuando el sol empezaba a asomarse Grankel llevaba horas ya arando la tierra y sembrando. El tiempo lo había vuelto reservado, evadido, no hablaba muy a menudo con la gente del pueblo y siempre andaba encerrado en su cuarto. Había creado todo un mundo dentro de él y se solía perder muchas veces, refugiándose en el silencio de un lugar donde la fantasía reinaba, haciendo de su vida algo mejor. Grankel, solía ir a menudo a una posada donde tomaba zumo de moras silvestres, acompañado de su mejor amiga Hallie. Ella era una locura en si misma. Se la oía reír en mil hectáreas alrededor y eso era lo que hacia a Grankel feliz, una niña como ella, que no estuviera atada a una responsabilidad, alejada de malos tratos y que le sacaba una sonrisa en momentos difíciles.

Una tarde de primavera, cuando el sol estaba apunto de despedirse y dar paso a la majestuosidad de la bella diosa Selene, Corban, decidió ponerse una capa con capucha para pasar desapercibido entre los habitantes del reino. Entró a tomar algo de agua fresca en una posada que encontró en el camino. Mientras bebía observó a un chico sentado junto a una ventana que hundía sus ojos en una distancia que no encontraba lugar en aquellas tierras. Quien sería aquel ser misterioso que estaba tan absorto de la vida real. Corban se acerco a él, alargó la mano y ofreciéndole un poco de agua le pregunto por su nombre. El muchacho sonrió al verlo y le dijo que se llamaba Grankel, rey del arado. El príncipe quedó extrañado pero al rato rompió a reír a carcajadas.

Te vi tan distraído que me causaste intriga – dijo el príncipe. Suelo imaginarme otro mundo – le respondió Grankel. ¿En ese mundo tú eres Rey no? – pregunto Corban. Que va. No soy nadie, solo estoy yo en medio del prado, desnudo de preocupaciones – sentenció.

Allí estuvieron hablando largo rato hasta que les hizo muy tarde. Corban decidió acompañarlo a su casa y así nació una amistad entre los muchachos.

El príncipe se escapaba todas las mañanas para ir a ayudar a su amigo en el campo. No encontraba otra forma de pasarlo bien si no era al lado de Grankel. Después de un largo día de trabajo se les veía ir a la posada junto con Hallie a beber zumo de moras y hablar de mil fantasías. Juntos soñaban con historias inimaginables donde se sumergían en aventuras que no tenían igual. Grankel cambiaba totalmente la cara, se hacia sociable con la gente y hasta el trato con su familia cambió. Todo hacía pensar que Corban había sido todo un acierto en ponerlo en su vida. En cierta medida, cada día que pasaba, se forjaba una amistad que no conocía límite. Grankel y Corban formaban un tándem perfecto. Corban había llenado de luz el mundo de oscuridad en el que vivía su amigo. En aquella amistad se empezó a ver algo más y los muchachos no eran ajenos. El príncipe empezó a sentir algo muy profundo que quería guardar para si. Era algo que le salía a borbotones de su pequeño corazón, algo que no podía controlar y que le llegaba a aficxiar. Desde que se diera cuenta no pasarían tres lunas cuando decidiera contárselo a su amigo Grankel. En aquel momento, desde hiciera mucho tiempo, cambio la cara del muchacho y se le llenaron los ojos de lagrimas. Grankel quería mucho, demasiado, a Corban, pero no podía amarlo, el dejo de creer en el amor hace mucho. El príncipe entristeció y tras el manto de la noche desapareció sin mediar palabra. A la mañana siguiente Corban apareció en la puerta de la casa de Grankel con los ojos empapados en una noche en vela. Mostró en sus manos un libro de cubiertas en fina madera de roble atado por el canto con una cuerda plateada en donde se leía “¿Qué es el amor?”. Todo en lo que creía, en aquello que amaba, los profundos pensamientos de Corban estaban allí escritos para Grankel. Tras dejar a buen recaudo el libro en las manos de aquel chico el príncipe se desmoronó cayendo rendido al suelo. Tomándole entre sus brazos, observando su carita desvanecida, abandonado al sueño, se quedó Grankel leyendo hasta acabar el libro. Corban empezó a abrir de nuevo los ojos tras unas horas de largo dormir. Se encontró vigilado por la mirada de Grankel, arropado por su calor. No se lo podía creer pero allí se había quedado con él todo el tiempo dejando por un día su trabajo en el campo. Podía oír el latido del corazón de Grankel que acompañaba al suyo. No sabía que decir, no podía moverse pero le apetecía refugiarse en aquellos brazos que le protegían del frió. Desde aquel momento se hicieron aun mas inseparables pero nadie volvió a hablar del asunto y siguieron con su vida.

Una tarde Grankel había salido fuera y no se encontraba en casa, así que, nuestro príncipe quedo para hablar con Hallie en la posada, que era un lugar tranquilo. Alli podías ver como sus paredes eran de piedra de un color anaranjado y estaba toda realizada en madera. Con luz de candil podían distinguirse gente de todas las edades. La gente mayor acostumbraba a sentarse en grupos para hablar de sus hazañas mientras los jóvenes conversaban con el posadero en la barra. Hallie y Corban se sentaron en la mesa donde conoció a Grankel, junto a la ventana que daba a un lugar que él desconocía. Se contaron todo aquello que aun no sabían el uno del otro y seguido continuaron con lo sucedido con Grankel. Hallie no quería hablar más de lo que pudiera pero viendo el dolor del príncipe se apiadó de él.

Mira, Corban, esto se que te va a doler – empezó diciendo Hallie – pero es posible que Grankel nunca pueda amarte por que en su corazón ya existe un amor sin igual, imposible de olvidar.

Los ojos de Corban, según avanzaba la conversación, empezaron a inundarse con amargura. No podía creer lo que estaba escuchando, era imposible… él le dijo que no creía en el amor, no que hubiera otra persona en su corazón. Grankel andaba enamorado de un muchacho de otro reino un tanto mayor que él y que le ocasionaba mas de un disgusto. Esto, en medida, fue lo que ocasionó en su día que Grankel cambiara su carácter de mal a peor. Aun así, ellos, seguían viéndose.

Una noche, en la que las estrellas billaban con intensidad, pasean a caballo Grankel y Corban por los prados cercanos al castillo. Cuando el príncipedecide decirle adiós para siempre a su amor. Casi ahogado en su propio llanto trató de dejarle todo claro, de hacerle saber que lo que pudiera pasar entre ellos, era casi una fantasía más de las que ya habían vivido en sus sueños. No quería volver a verlo nunca más y que respetase aquella loca decisión. Grankel lo miró muy apenado sin saber que responder, lo cogió entre sus brazos de nuevo, lo besó en la frente y se despidió. Corban se separó lentamente de él, girando camino hacia el castillo y sin volver la mirada, desapareció ante la imagen quieta y estática de Grankel.

Después de un tiempo el reino vecino les llevó a la guerra. El Rey convocó a los jóvenes para servir a su reino. Entre ellos estaba Grankel que había madurado considerablemente. En su cara había crecido barba y su tez se veía más oscura. Las cosas en terreno del amor no le habían salido como esperaba y su semblante era serio. Así que prácticamente no tenía que perder, pero al mirar la figura que estaba al lado del Rey, pudo observar que era su querido Corban. También se le veía otro semblante, no sonreía como se le caracterizaba, el pelo le había crecido bastante y su mirada era fría y distante. Corban solo lo miró una vez y a Grankel le pareció que ni le conocía. ¿Como podía ser que dos personas que se habían querido tanto estuvieran tan separadas, desconocidas incluso?

Al príncipe Corban se le oía llorar en la campaña dentro de su tienda, mientras Grankel no podía pegar ojo al oírlo y sufría con su dolor. Decidió ir a buscarlo y poder poner fin a su llanto. A la noche, sin ser visto por los demás soldados, entró en la tienda de Corban. Este al verlo se enjuago las lagrimas pero los ojos inyectados en sangre lo delataban. Como ya hiciera entonces Grankel lo volvió a refugiar en su regazo y el príncipe pudo por fin dormir tranquilamente. Tanto fue así que en su fantasía decidió quedarse dormido para siempre. Corban nunca quiso despertar a la realidad, prefirió seguir viviendo mil aventuras al lado de su amado. Aquella mañana el príncipe fue hallado muerto entre los brazos de Grankel, quien leía en voz susurrante “¿Que es el amor?”, un libro de tapas de fina madera atado por el canto con una cuerda en plata.


Grankel al poco fue herido de muerte en el campo de batalla. Nunca se supo si amó o no al príncipe pero hay quien dice que en su ultimo momento de vida susurro…


...TE AMO

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